Las valoraciones, percepciones, evaluaciones y sentimientos que tenemos sobre nosotros pueden verse afectadas por múltiples causas, detonando en juicios desagradables hacia uno mismo que a largo plazo genera inseguridades y pone en riesgo nuestro autoconcepto.

La emoción ira en determinadas ocasiones puede resultar ser como una jaula. Nos sentimos atrapados en ella, lo que puede derivar en agresividad o conductas disruptivas. Aprender a transitar y canalizar la ira puede resultar una fuente de alivio para aquellas personas que se sientan dominadas por ella.

Se trata de conseguir nuevas herramientas y estrategias que potencien el desarrollo de la persona en los diferentes ámbitos de su vida, consiguiendo un mayor nivel de bienestar o satisfacción.

Algunas personas se han visto expuestas a situaciones que generan un miedo intenso y que ponen en peligro su seguridad vital o la de su familia. Esta situación genera un aprendizaje alrededor de ciertos estímulos que, de forma posterior, la persona asociará con peligro, apareciendo el miedo de nuevo de forma intensa como si estuviesen ocurriendo de nuevo los hechos.

El miedo es una emoción que resulta muy funcional en nuestro día a día, pues nos ayuda a evitar posibles peligros o a enfrentarnos a ellos de una forma eficaz. La situación torna cuando hemos conceptualizado como peligrosas situaciones o estímulos que realmente no lo son, apareciendo un miedo no adaptativo que limita nuestras vidas.

Las relaciones sociales suponen para muchas personas un esfuerzo abrumador. En ocasiones la persona conceptualiza la situación social como peligrosa, por miedo a decir o hacer algo inadecuado, al que dirán o a parecer torpes, lo cual puede limitar de forma considerable la interacción social o que estas produzcan un grado de malestar desproporcionado.